Consejos para conducir en medio de un temporal
La llegada de la lluvia, el frío y la nieve, nos obliga a extremar las precauciones y a revistar los principales elementos de seguridad del coche.
La lluvia aumenta en un 7% la siniestralidad en las carreteras, por lo que «la principal regla con condiciones climatológicas adversas es la prudencia, ya que en caso de lluvia intensa, la adherencia al asfalto se reduce a la mitad. Además, es recomendable seguir pautas para que la conducción sea segura en todo momento». Entre esas pautas destaca moderar la velocidad, o aumentar distancia de seguridad con el coche de delante.
En caso de aquaplanning, mantener firme el volante, soltar con suavidad el acelerador y no tocar el freno hasta recuperar la adherencia. Si se empañan los cristales dirigir el aire del climatizador hacia los mismos. Además tendremos que garantizar visibilidad para ver y ser vistos.
En este sentido, independientemente de la hora del día, con lluvia intensa hay que circular con las luces encendidas, sobre todo en los adelantamientos. Por otra parte, también hay que prestar especial atención al estado de los neumáticos, vigilando que tengan la profundidad del dibujo adecuada.
Si nos encontramos con nieve o hielo en la carretrera, los modernos sistemas de control de tracción ayudan, y no poco. Mediante la gestión electrónica del par (el momento de giro producido en los ejes por el motor) minimizan los deslizamientos y garantizan una buena motricidad en condiciones adversas.
Sin embargo, tener una buena tracción de poco sirve sin adherencia, que sobre nieve solo pueden garantizar unas cadenas o unos neumáticos de invierno. La ventaja de estos últimos es que también permiten circular sobre barro o asfalto mojado, siempre que las temperaturas no superen los siete grados sobre cero, y que pueden hacerlo a velocidades normales, sin estar sujetos a la limitación de 50 kilómetros por hora como ocurre cuando llevas las cadenas.
Si la nevada nos ha pillado por sorpresa y no disponemos de estos neumáticos, lo mejor es no conducir si no es estrictamente necesario. Si, aún así, debemos hacer uso del coche, conviene extremar las precauciones. Cuando se circula sobre hielo o nieve conviene mantener una velocidad moderada y constante, sin llegar a detenerse si es posible, para evitar quedarnos varados.
Al arrancar, es conveniente hacerlo en segunda siempre que sea posible, y evitar frenadas y maniobras bruscas, reducir la velocidad en curvas o zonas inclinadas y mantener una distancia de seguridad mayor a la habitual. Si aún así el vehículo patina, posiblemente sea porque la huella de los neumáticos sobre la nieve dificulte el agarre, por lo que conviene dar marcha atrás con cuidado e intentar avanzar de nuevo.
Cuando se circula sobre una vía cubierta parcialmente de nieve, es recomendable circular sobre la parte mojada, y prestar especial atención si sobre la vía hay también barro, ya que la mezcla, más peligrosa que la nieve recién caída, puede obstruir el dibujo de los neumáticos y reducir drásticamente su adherencia. En caminos, intentar ir por el centro donde la nieve estará más dura. También hay que evitar adelantar si no es estrictamente necesario, porque tanto el comportamiento de nuestro vehículo como el del resto de coches de la calzada resulta más imprevisible.
Además, la temperatura en el interior debe rondar los 21 grados, para evitar empañar los cristales y no provocar somnolencia al volante. Y, si aún así, sucede lo peor y nos vemos inmovilizados, es importante economizar combustible, llevar provisiones y tener cargado el móvil para contactar con los servicios de emergencia.
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